Palabras que apagaron el incendio

Hoy queman las sillas. Me quema el saber que no hago más que reprimir sentimientos.

Las brasas, o las ascuas, de lo que fue y ya no es, nuestra madera que ya se ha consumido. El reloj me grita que cada vez me queda menos tiempo para recuperarte mientras yo me tapo los oídos y tarareo aquella canción, diciéndole que tengo todo el tiempo del mundo, que mientras respiremos del mismo aire puedo aprovechar un suspiro desprevenido para acercarme a ti cuando menos te lo esperes.

Sin prisa, sobre los restos de nuestros momentos más oscuros que son ya poco más que cenizas esparcidas por todo lo que hay entre nosotros.

El suspiro desprevenido, imperceptible, que crea un torbellino de emociones que lo levanta y desordena todo, mezclando cenizas con paseos, gritos con gemidos, y ya no sabes dónde está cada parte, qué era lo que había que apagar. O si lo que hay que hacer es iluminarlo todo y saltar.

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