Frío
Granada ya ha empezado a congelarse sin ti. Y ahora, ¿con qué me quedo yo? ¿Qué me queda? Si las estrellas te las has llevado tú en tus ojos; si el sol ya ha amenazado con permanecer para siempre en tu sonrisa... Te escribo sobre la nieve un par de solitarias palabras. Las dos malditas palabras. Las que nunca te dije. Que te quiero, te quiero desde el primer día. Desde aquél encontronazo. Desde antes. Desde que descubrí lo que faltaba en mí y empecé a buscarte ya sabía que eras tú. Que lo serías. Y nada más esperanzador que mi maldita certeza. Y ahora nada más que soledad. Suspiros a la eternidad por no haber sabido decírtelo, por no haber querido. Por elegir refugiarme como un cobarde en la mediocre comodidad, en la insípida emoción de mirarte desde lejos. Por elegir no decirte que construiría un mirador alrededor de tus caderas, que desearía vivir solo para verte despertar cada mañana. A la mierda el resto de mis días si a cambio tengo tus amaneceres. Y así, hasta que vuelvas