"1940"
Es una mañana soleada de principios de mayo. Entro en la cafetería de la esquina, aquella tan antigua. Los olores y sonidos embriagan todo mi ser: el murmullo de la gente, el olor a café y tostadas, el sonido de las sillas al ser arrastradas. Me acerco a la mesa del final, la de la esquina, y me acomodo en una de las sillas orientadas hacia la puerta. Siempre elijo el mismo lugar. —Buenos días, señora, ¿le pongo lo de siempre? —me pregunta la camarera. —Sí, por favor. Un café con leche, con mucha nata, como siempre. Sí, ya sé que suena extraño, pero me encanta. La camarera llega rápida- mente con mi bebida. —¡Que aproveche! —exclama. —Muchas gracias, Carolina. Aspiro el dulce aroma procedente de mi taza, la sujeto con ambas manos y cierro los ojos para darle el primer sorbo. En la primera mesa del local, una muchacha se muerde las uñas. Parece nerviosa. —Buenos días, ¿has decidido ya lo que quieres tomar? —le pre-