Mil gracias, de nada,...

Y al final te escribo a ti. A la misma de todos estos años.

Tú, que te ocultas tan bien entre los recovecos de mi cabeza. Tú, que apareces en medio de mis noches en vela, de mis días grises. Tú, a quien abrazo sin querer, sin querer a nadie más. Cambian las formas, los colores y los perfumes, pero detrás de todos los ojos que me miran sólo estás tú, tan hermosa como siempre.

Y yo, inmóvil como cada vez, me alimento del azúcar que desborda tu sonrisa de niña buena. Esa sonrisa que no sabías disimular al verme y que ahora regalas a cualquiera mientras yo la imagino en las estrellas. Y ellas me miran y se ríen, mientras yo sigo aquí abajo, soñando con ir allí arriba contigo y llegando cada día un poco más hondo, pues hasta el suelo se marchita si le falta tu alegría, pues hasta los relojes, esos que hacíamos volar entre nuestros dedos, se han parado sin tu cuerda… :)

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